domingo, 14 de noviembre de 2010

El viaje a Mohéli

Y a veces sale el barco y otras no. En mi caso no salio el miercoles, sino jueves y me vi forzado a quedarme un dia mas en Anjouan por lo que aproveché para conocer las ruinas de la mezquita mas antigua de las comoros.
Jueves: Para conseguir un billete en el barco Sisco tramita con el vendedor y parece que estuviese haciendo algo ilegal. Voy a comprar comida para el camino en el mercado. De repente alguien se acerca por la espalda y me dice que tengo que embarcar. Acto seguido estoy en la puerta del puerto intentando entrar con el billete en la mano pero el controlador le dice a Sisco que yo no puedo pasar. Sisco pone cara de cabreo y suspira, coge un billete de 500 francos comorianos, 1Euro al cambio y se lo da. Gracias a este misero soborno puedo pasar y a partir de entonces comienza una larga espera de 4 horas. El barco de madera es cargado con viveres que van llegando poco a poco. El pollo congelado se va descongelando en las cajas de carton y la mercancia es lanzada de hombre en hombre haciendo una fila humana. Finalmente embarcamos y el interior del barco, que parece mas una patera que un barco, tiene un aspecto gheto total, por supuesto sigo siendo el unico blanco.

La mar brava y el humo del motor que se cuela en el barco hacen que los ninyos se pongan a vomitar y la mayoria de las mujeres y hombres se acuesten en los bancos y en el suelo para evitar el mal de mar. Yo me doy cuenta de que lo que me esta mareando es el humo del motor y me coloco en la popa en unos neumaticos de camion y dejo que me de un poco de aire fresco. Los marineros luchan contra las olas y el barco empieza a vacilar. Llegado un momento el barco se inclina lateralmente a 50 grados, primero de un lado y luego del otro y asi sucesivamente. Pienso en lo peor, en un naufragio en el oceano indico, en los tiburones (que me imagino pues no he visto), en mi camara de fotos, en el resto de tripulantes flotando en el oceano. Ya no se ve ninguna isla, solo mar y cielo. El barco recupera la estabilidad y entre el mareo y el sol caigo en un suenyo enroscado en mi rueda de caucho.

Un senyor me despierta senyalando el mar. Me incorporo y veo un banco de peces voladores y a lo lejos un grupo de delfines que se acerca. Giro la cabeza y veo la isla de Mohéli, verde y frondosa con playas paradisiacas y aguas tuquesas. Entre la vigilia y el suenyo no se muy bien donde estoy y si lo que percibo es real o producto de mi imaginacion.

Atracar el barco se convierte en una tarea ardua para los marineros, y al otro lado en el malecon un grupo de 40 hombres gritan, el caos se multiplica. Como si nunca hubiesen atracado un barco, las sogas son lanzadas y los del barco gritan a los del muelle. Por lo visto no deben de estar acostumbrados a semejante marejada. Una vez que los hombres del muelle agarran las sogas, tiran de ellas con fuerza para acercar el barco, -"eyeeye ewa", gritan todos al unisono.
La gente sale despavorida y las cajas son lanzadas a la vez, sin ningun tipo de orden. Yo espero y contemplo la escena, el barco rebota contra el muelle y a medida que lo van acercando el rebote disminuye. Finalmente salgo del barco con un pequenyo salto elegante como si todo esa algarabia no fuese conmigo.

Me dirigo a tierra firme cruzando el malecon inundado por las olas. Un senyor se dirige a mi como si me estuviera esperando y me pregunta por el visado. Pongo cara de circunstancia y me dice senyalando amablemente: -por favor, sigame, iremos a la oficina de inmigracion.

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