domingo, 25 de julio de 2010

Berlín-Paris

Tras despedir a mi madre y a mi tía Ursel salté con todos los bártulos en el tren, a duras penas llegué por el estrecho pasillo a mi camerino, atropellando al que se me pusiese por delante con mi enorme maleta, ordenador y cámara de fotos. El camerino parecía el de los hermanos Marx.
Me fui al restaurante, me pedí una Franziskaner y me senté a ver pasar el paisaje en el atardecer. Respiré hondo. ¡¡¡Ostia puta, que me voy a Paris para coger el vuelo a Mayotte!!! ¡¡¡Esto está pasando!!!
En la mesa contigua se sentó una madre francesa con su hijo de dos años. Era una mujer preciosa, muy interesante con unas leves arrugas al sonreír que le daban un toque sexy. A medida que iba jugando con su hijo me enamoré de ella una milésima de segundo, potenciado todo por la banda sonora de la música que oía con mi móvil.
A mi lado se sentó una pareja gay. Cuando el niño no se pudo estar más en la silla la madre se levantó con él. Tuve el deseo de ir a hablar con ella pero algo me retuvo. Tiene un hijo, aprende de una puta vez. Me decía el instinto. Tomé otra decisión, entablar conversación con los maricones. Nunca habían estado en Paris y se les veía muy ilusionados. Entonces uno de ello me dijo que había estado en casi todas partes menos en Paris. Lo puse a prueba y le dije que me iba a una isla llamada Mayotte, al lado de Madagascar.
- La conozco.
-Qué? En serio?Era la primera persona que conocía que había estado en Mayotte. Entonces me habló sobre Mayotte y las Comoro. -Muy pobres, son básicamente negros por supuesto, prepárate para cagaleras, mucha naturaleza, pero te doy 3 semanas en la isla antes de que te canses, es muy pequeña y habrá muchas cosas que echarás de menos. Ahora, eso si, el paraiso son las Seyshells. Si me diesen un sitio del planeta donde pasar dos semanas de relax, elegiría sin duda alguna las Seyshells.
Me empezó a acojonar y me despedí rápido. Solo me quedaba un día, no quería que me contase todo y me chafase la sorpresa de ir a un sitio del cual no sabía nada. Creo que soy de los pocos privilegiados de empezar una nueva vida solo, sin conocer a nadie, en un sitio desconocido del planeta, del cual casi no hay información. Esa sensación me pertenece y es acojonante pues no se sabe nada de lo que me espera, es una auténtica aventura y cada segundo que me adentro en ella la degusto como si fuera el último y el único.
A la mañana siguiente habían robado en mi camerino. La pobre mujer alemana sospechaba de todos los que estábamos en la habitación. Me ofrecí a que me sacase una foto, le di mis datos e intenté calmarla. Posiblemente yo era el que más riqueza tenía de los que estábamos en el camerino, un ordenador de la ostia con mis proyectos, una cámara de fotos buena sin estrenar, pasta y una maleta con todas mis pertenencias. Pero la suerte seguía estando de mi parte y una vez más había salido ileso, esta vez de un robo, todo ello gracias por su puesto a LA CABEZA PROGRESIVA.

1 comentario:

  1. perdona por el escueto comentario anterior. Demasiado emocionado con lo leído.

    Olafito, creo que me piro de viaje. Me estás poniendo los dientes muy muy muy largos.

    CABROOOOOOOOOON

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